martes, 11 de octubre de 2005

Cacho Fontana: "Fui locutor comercial más que conductor"


A lo largo de su carrera, Jorge “Cacho” Fontana ha sido galardonado con catorce premios Martín Fierro y más de cuarenta distinciones, tanto aquí como en los Estados Unidos. Sin embargo, no alcanza para entender la dimensión de este hombre, que dejó una marca en la historia de la radio a partir de programas como “El Fontana Show” y “La revista dislocada”. O desde su debut, en radio El Mundo, con Sandrini, Merello, Troilo, D’Arienzo y Di Sarli, entre otros, en un programa llamado “El Relámpago”, en el que debutó con el uniforme de soldado ya que se encontraba cumpliendo con el servicio militar. Hoy su realidad es “El invitado” (Lunes a viernes de 9.30 a 10.30 por Belgrano, AM 950). “La invitación inicial de un mes pasó a ser permanente –explica-. Necesitaba tener contacto con el micrófono, con el estudio. Para mí siempre es un examen. Lo tomo así, más allá de mi trayectoria”.
-¿En qué sintió la falta de micrófono?
-En que uno a veces llega con una idea a la radio y en la práctica no rinde. Además, los últimos cuatro meses estuve trabajando sólo y ahora me tuve que adaptar a un equipo, que es muy diferente.
-¿Qué tiene de particular “El invitado”?
-Que es la primera vez que hago sólo una hora de programa. Siempre se corre un riesgo, como dicen ahora “es un desafío”. Busco que tenga una cierta trascendencia. Por lo demás, no tiene ninguna fórmula secreta. Es más o menos todo lo que uno ha intentado hacer en su carrera, adaptado a las circunstancias y a los tiempos. Más la música, que es un remanso, y la última información.
-¿Qué “rebote” tuvo?
-Los oyentes me dieron una sorpresa enorme. Porque llaman todo el tiempo, desde puntos muy distantes del interior, y hoy el teléfono es caro. Ellos piden presencia y continuidad. Eso es un aliciente, porque la radio es el amor de mi vida. Si estoy bien del físico, la cabeza y la garganta, no me iría nunca.
-¿Quién lo escucha hoy?
-Una audiencia que no suele estar comprendida en las programaciones. Hoy se apunta más a los jóvenes que a las personas maduras, que tienen otros códigos. Por eso están ligados a mí.
-¿Esto vale también para los comunicadores?
-Obviamente. Que un hombre de setenta y tres años, mas allá de mi historia, tenga la posibilidad de conducir una hora, en este momento es importantísimo. No hay muchos más, apenas Héctor Larrea y Antonio Carrizo y Martinheitz, a la noche. Aunque también se puede ver como que nuestra generación está tapando a los jóvenes. Habría que analizarlo más en profundidad.
-¿Tiene algún sucesor en las nuevas camadas?
-No, eso lo determinará el público. Todos tienen su personalidad, su estilo.
-¿Tuvo maestros?
-Muchos. La aventura periodística que viví con José María Muñoz fue extraordinaria. El tenía la insolencia del trabajo y yo me crié con eso. Adopté esa mecánica para darle sustento a mi programa. Debuté con él en el Mundial de Inglaterra de 1966, llevándole el maletín con el termo, la camisa y la toalla. Yo sabía que en un equipo con él y Enzo Ardigó, íbamos con el mismo cartel. Era consciente de lo que hacía y de dónde estaba, por más que a algunos hoy les genere sonrisas.
-¿Hoy es más fácil llegar al micrófono?
-Bueno, la generación que me siguió estudió tres años antes de entrar a un estudio. Yo no puedo competir con ellos porque tengo apenas sexto grado, como Antonio (Carrizo). Lo que pasa es que nosotros queríamos al medio pero nunca tuvimos idea de la proyección y la trascendencia que iba a tener.
-Larrea alguna vez me dijo que él hizo TV, aunque la detestaba, para no desaparecer también de la radio. ¿Le pasó lo mismo a usted?
-Nunca odié a la televisión, si estuve veinte años con el programa de preguntas y respuestas... Fui locutor comercial más que conductor. “Odol Pregunta” no era ninguna ciencia, no me jugaba en nada. Pero los comerciales principales eran todos míos, por mi prestigio. Eso me dio presencia y dinero. La televisión me permitió bancar económicamente mis otras ideas. Fijate que desde que se me acabó la TV me cambió todo.
-¿Lo último fue el especial de las 24 horas por Malvinas?
-Sí. En ese momento no sabíamos ni si había muertos. Yo soy el responsable, nadie me llamó. Y la fui a buscar a Pinky, que estaba enferma. Con lo único que nos pagaron fue con que tenemos esas 24 horas grabadas. Sabíamos que las empresas que me respaldaban iban a colaborar. Nunca imaginamos la avalancha del pueblo. Fue muy doloroso, nunca creí que se convertiría en algo tan lamentable para la historia argentina.
-¿Quiere juntarse con Larrea y Carrizo?
-Es verdad. Lo comenté con Antonio, con Héctor todavía no. Es una idea que tiré para ver si alguno de ellos dice que sí. Todavía no me animo a ir a verlos.
-¿Por qué?
-Es muy fuerte. Les respeto sus personalidades. Para nosotros, más que una despedida, sería una manera de competir con la realidad. El corazón de esta propuesta es que los tres parecemos iguales pero no tenemos nada que ver. Me encantaría que hagamos nueve o doce horas para nuestra generación. Tres o cuatro horas para cada uno, y rotaríamos los horarios. Uno va a las nueve hoy, la semana que viene a las doce y la otra a las tres. Y así todos. Cada cual arma su programa. Encima, la radio dispondría de un montón de tiempo libre. Vamos a ver si alguien recoge el guante.
-¿Tendría que ser en una AM?
-Sí, pero con potencia. La de La Diez, Continental o Mitre. Para que nos escuchen. Porque el aire está muy sucio. No sé, capaz que tenemos que ir a Rivadavia y comprarle doce horas. O en una FM, para que nos escuchen los taxistas.


Gustavo Masutti Llach Revista Ahora - Diario Crónica Buenos Aires - Argentina Octubre de 2005

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