sábado, 9 de septiembre de 2000

Alejandro Dolina: "Castelo me obligó a hacer el programa"


A lo largo de los años se hizo la fama de tener fácil el gesto adusto. Algo absolutamente injusto porque Alejandro Dolina siempre responde con cordialidad a todo aquel que se le acerca. Se lo nota entusiasmado, feliz. Es que el hombre está orgulloso de su obra. "Lo que me costó el amor de Laura" pasó de ser un éxito discográfico a una obra de teatro, que a pedido del público debió agregar par hoy una función. Junto a él se presentan el Maestro Federico Misrahi, Julia Zenko, Guillermo Fernández, José Angel Trellez, los Huanca Hua, Marcelo San Juán y Quique Pessoa, entre otros. Curiosamente, cuando se enciende el grabador, el tuteo se transforma en un respetuoso trato de usted, que mágicamente se esfuma cuando termina la nota. Como si un personaje se hiciera cargo del cuerpo para contestar las preguntas en un trance que dura lo que el reportaje. "Más que un placer o un capricho, presentar "Lo que me costó el amor de Laura" es una fatalidad -asegura-. Las decisiones de esta índole tienen algo de inevitables. También es un gusto, claro. Pero más que una diversión o una sensación de fiesta las elecciones artísticas, si se es sincero, siempre tienen algo de fatal".
-¿Porque conllevan la angustia de cotejar el producto final con lo que se había imaginado al crearlo?
-Eso es inevitable. Pero al margen de eso, elegir ciertos caminos artísticos también lo es. No tiene que ver con los negocios, ni con la satisfacción personal ni con la mera vanidad. Ni con el deseo de acuñar un éxito o con las maniobras de la industria. Es como cuando uno escribe: Se hace por necesidad.
-¿Cuáles serían esas "maniobras de la industria"?

-Por ejemplo: "Vamos a hacer una obra para el día de la madre o para fin de año". No hago ese tipo de cálculos ni me siento mejor por no hacerlo.
-¿No le salen o no le interesan?
-Ni una cosa ni la otra. Creo que no me interesa, pero si me interesara, no me saldría.
-¿Con respecto a "Lo que me costó...", consiguió que se le fuera de las manos como autor?
-Sí. Ya no me pertenece. Tomó sus propios rumbos. Por eso cuando a veces me preguntan puntualmente por qué determinado personaje actuó así no sé qué contestar. Y está bien que no lo sepa. Porque el autor demasiado sabihondo termina por modificar a cada momento la obra y pone en boca de los personajes frases sentenciosas. Por eso conviene que se nos vaya de las manos.
-¿Cree que el autor sabelotodo subvalúa el nivel de su público?
-En algún punto. Como cuando se exagera la manipulación de la obra, por ejemplo, para buscar una moraleja. Hay autores que para imponer un pensamiento tratan de hacerlo patente cada cinco minutos. Esto es muy molesto. En estos casos se subvalúa al público, a la obra y hasta al arte.
-La referencia era para lo que en fútbol sería: "el que está en el banco siempre juega mejor". Mucha gente cree que vio en la cuna al Bebé de Rosmarie a pesar de que Polanski nunca lo mostró. ¿Siempre lo que se imagina el público es más poderoso?
-Es cierto, en tanto y en cuanto sea sugerido con maestría como en ese caso. Esto sucede, insisto, con autores preocupados por mostrar ciertos pensamientos. Eso no está bien. Es cierto que detrás de cada obra hay una estructura y sentires que son básicos. Pero eso debe adivinarse. Imagínese que va al cine y a cada rato aparece el director en pantalla para decir: "¡Guarda que esta película es a favor de los negros! Sería despreciable. Se debe confiar en que ciertos milagros se produzcan solos.
-Esto de que usted trate de no ir por los caminos comerciales, como usted dice...
(Se adelanta)-
No es que trate. Es mi camino y casualmente no es el comercial.
-Retomo. El disco y el libro se vendieron muy bien, sin embargo no tuvo gran "rebote" en los medios.
-Un disco como el mío, que vendió más de 80.000 placas suele ser pasado por radio. Esto no ha ocurrido. No sé por qué. Mire lo que le voy a decir sin tratar de ser ofensivo. Es posible que aquellas virtudes que nos hacen elegir trabajar en algunos medios de comunicación son las mismas que nos alejan de cierta estética. No creo que haya una equivocación en mí o en quienes no se intesan por lo que hago.
-¿Entonces?
-Simplemente aquella estética que convierte a una persona en empleada de un medio es la misma que lo aleja de mi modesta obra. Es natural. Y no digo que soy mejor. Seguramente soy mucho peor. Pero no hay esa empatía que se dio con cierta parte del público o con algunos docentes que se interesaron en esta obra. Nada más que eso. Nunca me quejaría de una conspiración. Por el contrario, la prensa siempre me trató muy bien. Pero también sufrí una simpática incomprensión. Muchas veces me aplauden por virtudes que no son mías.
-¿Todo lo que dice corre también para "La venganza será terrible" (el programa que va por continental a la medianoche)?
-Seguro. Me han dicho que el mío es un programa costumbrista. No lo es. Y si llega a serlo, es por un rato. De ningún modo es lo central. Esta pereza mental de arrinconarme en un hombre de barrio preocupado por la desaparición de las bolitas y que vive esperando el regreso de tiempos que se han ido, es falso. Realmente no siento así. Pero es tan falso como simpático y bien intencionado. Si hasta me dan premios por eso (risas).
-¿Se sigue enojando cuando le preguntan por qué va primero o por qué lo siguen los chicos?
-No, al contrario. Sigue siendo un misterio. Lo que me enojaba era que me preguntaran: "¿Por qué el programa tiene éxito?". Porque eso supone la presencia de algo sospechoso. Como si yo fuera a contestar que se debía a que habíamos sobornado a tal o cual funcionario (sonríe).
-Su público de radio es adolescente-joven. ¿Esto tiene que ver con el horario, con el tono...?
-La primera respuesta es que no lo sé. La segunda es una sospecha. Umberto Eco decía que si bien podemos seguir emocionándonos con lo trágico, aún cuando tenga dos mil años de antigüedad, no nos pasa lo mismo con lo humorístico. Nos resulta más fácil conmovernos con los héroes de Homero que reirnos con las comedias de Aristófanes. Pero no hace falta irnos hasta tan lejos. Ya el humor de principios de siglo, los mismos chistes que hacían gracia a nuestros padres y abuelos parecen no funcionar con nosotros. Creo que a lo mejor hay una identidad de proceso humorísticos entre el programa que yo hago, que soy un hombre grande, y las personas más jóvenes. Ahí debe estar el cruce generacional. No en una cuestión doctrinaria, principista o política. No. Está en el compartir el gusto por cierto tipo de humor.
-¿Este público adolescente no le juega en contra a la hora de buscar anunciantes?
-Este mismo desapego que se puede notar en los medios para con algunos éxitos que tuve, se repite a la hora de buscar auspiciantes. Nuestro programa es uno de los más escuchados de la radio de todos los horarios, incluso las mañanas. Y sin embargo no tiene un gran volúmen de publicidad acorde a esa audiencia. Esto es porque está instalada la superstición según la cual los oyentes de mi programa serían marginales. Como son estudiantes no compran nada. No sé si esto es verdad. Pero para los jefes de medios parece serlo.
-¿Tiene alguna ventaja esta situación?
-Sí, porque en el plano artístico este inconveniente económico se transforma en una ventaja. El que me sigue es un público que, lejos de exigir que uno sea conservador o vuelva a viejas recetas, está contínuamente exigiendo. No quiero caer en el horror de citarme a mí mismo, pero una vez me preguntaron qué debía agradecerle a mi público. Dije que si alguna noche yo me sentara frente al micrófono para decir: "¡Qué hermosa noche para salir a pasear por un parque o encontrarnos con seres queridos! Verdaderamente, esta primavera es estupenda". Si llego a decir eso mi público no me creería y se iría pronto con otros rumbos. Eso se lo tengo que agradecer. Yo no puedo decir: "Un día como hoy, pero de 1810 nació fulano de tal" ni "¡Qué linda que se vino la locutora con su solero colorado!". Lo digo sin petulancia.
-Esto le puede jugar en contra. Como cuando quiso ponerse un 0-600 y la gente silbaba cuando lo promocionaban.
-E hizo muy bien.
-¿Ah sí? En su momento se enojó por tener que levantarla.
-Es cierto. Como también me enojé o me puse muy triste porque no pude estar en la televisión. Y hoy comprendo que eso fue una fortuna.
-¿Por qué?
-Porque vaya uno a saber las traiciones que hubiera tenido que cometer para mantenerme en un foro tan exigente.
-¿Hasta cuándo tiene contrato con Radio Continental?
-Hasta fin de año y es muy probable que lo renovemos.
-¿Todas las negociaciones fueron con los nuevos dueños de Telefónica?
-Sí, falta casi un trámite para que firmemos.
-El arreglo de ustedes es muy particular.
-Sí, nosotros arrimamos algunos anunciantes, no muchos, y la radio pone un dinero.
-A lo que iba es que no es común que Continental tenga coproducciones, ustedes son los únicos.
-No es común, es cierto. Pero tampoco lo es que un programa mantenga durante tantos años un nivel superior al cincuenta por ciento de participación en el share. O que esté siempre posicionado entre los seis o siete programas más escuchados de la radiofonía. Esto lo digo como pieza de cambio a la hora de pelear un contrato. No es que crea demasiado en esas cosas. Se puede tener un producto malísimo y ser aplaudido por las muchedumbres.
-Adolfo Castello me dijo que lo obligó a usted a hacer "Demasiado tarde para lágrimas".
-Es verdad. Yo no quería hacerlo porque nos convocaron para un programa al mediodía. No gustó y al mes nos levantaron. Nos ofrecieron el horario de la una de la mañana y le dije: "Adolfo, no. No nos van a escuchar ni nuestro parientes a esa hora". El insistió y me propuso probar un mes. Con eso bastó. Aquel programa era más sencillo y menos pretencioso en el buen sentido que este de ahora. El público mismo lo fue modificando.
-¿Puede ser que ahora se lo note un poco más abierto a hablar de la vida privada?
-No. Cuando lo hago, elijo tocar generalidades. Nunca di el nombre de una persona vinculada a mi vida. No sólo por el cuidado que hago de mí mismo, sino por la inevitable protección que debo hacer del otro. Hay secretos que no sólo le pertenecen a uno.
-Pero no sólo existen las cuestiones románticas. Hace poco hizo una referencia a uno de sus hijos. Algo inédito.
-En algún momento de mi vida fue necesario cuidarlos un poco más. No voy a decir otra cosa.

Alguna vez Alejandro Dolina dijo: "Yo tengo una lista de respuestas ingeniosas para los reportajes y trato de llevar la charla para esos caminos así puedo lucirme. De este modo, no importan las preguntas porque siempre voy a terminar diciendo lo que quiero". Sin embargo, esta vez no dio esa sensación.

Gustavo Masutti Llach
Revista Ahora - Diario Crónica
Setiembre de 2000

1 comentario:

Ignacio dijo...

Hola Gustavo, soy Ignacio del Blog del Ánge, te quería decir que publiqué algunas de las entrevistas que me enviaste, muchas gracias.

Ignacio
http://entrevistasdolina.blogspot.com/