viernes, 28 de octubre de 2005

Nancy Pazos: "No me gustaría que mis hijos fueran periodistas"


“¿Quién está en la tele?”, pregunta Nancy Pazos apenas abre la puerta de su departamento y desde el otro cuarto llega el grito, por partida doble, de Teo (Teodoro César Santilli Pazos, 4) y su hermano Nico (Nicanor, 2): “¡Papá!”. Es que en la pantalla de la TV del playroom está Diego Santilli, el padre de las dos criaturas, almorzando con Mirtha Legrand, en su carácter de candidato a legislador por el Pro en la Capital Federal. Acto seguido, la difícil sesión de fotos queda marcada por la buena onda de la conductora de “Turno Mañana(La Ciento Uno, FM 101.1, lunes a viernes de 6 a 9) y el alegre caos de los chicos. La charla es más relajada. “Soy una madre haciendo radio”, se define una periodista que empezó en Clarín, que hace diez años que tiene un programa, “Ruleta Rusa”, en la TV y que supo conducir la primera mañana de Rivadavia y la tarde de Mitre, donde además fue compañera de Néstor Ibarra (“mi gran maestro en este medio”) y Adolfo Castelo. También estuvo un corto período con Héctor Larrea en “Rapidísimo”, en la Del Plata de Marcelo Tinelli y en la La Metro de Daniel Grinbank.
-¿Por qué decís eso?
-Porque mis hijos marcaron mis procesos en las radios. Cuando nació Teo, estaba por entrar a Rivadavia, y diez meses más tarde quedé embarazada de Nicanor. Corría 2003 y se venían las elecciones, no podía dejar de trabajar.
-¿Cómo lo resolviste?
-Sólo falté las primeras dos semanas y después me monté un estudio de radio en mi casa. Desde ahí transmitía. Encima, con esto de la moderna “libre demanda” los pibes quieren mamar a cada rato. Se daban situaciones raras, como por ejemplo que le estaba haciendo el reportaje a un ministro y tenía la teta al aire porque en ese momento alimentaba a Nico. Los pies nos los dábamos con los chicos que estaban en Rivadavia a través del chat, por internet. Al tiempo lo empecé a llevar a Nicanor a la radio, que por suerte quedaba cerca. Pero del frío que tomó le agarró una otitis a los cuatro meses, pobrecito.
-El presente es la Ciento Uno.
-Me costó hacer el movimiento a la FM, porque en mí se dio la carrera al revés: de más jovencita hice AM. Cuando me vinieron a buscar no sabía ni de qué emisora me estaban hablando. Sin embargo, pasar de Del Plata a la Ciento Uno fue como volver a jugar en Primera. Es impresionante lo masiva que es, la llegada que tiene en la ciudad y en el interior. Está quinta en la tabla general.
-¿Cómo te va en el rating?
-Vamos terceros entre los periodísticos de FM. Me ganan la Rock & Pop y Ari Paluch. Mi competencia natural serían Majul (Pop) y Laje (Blue), y los triplico a los dos. En mi target estoy bárbaro.
-¿Y en lo comercial?
-Falta una vuelta de tuerca, porque las FM vienen muy segmentadas. Estoy en una coproducción, que es la mejor manera de hacer periodismo independiente. Ese es el gran desafío. Cuando estudiaba en la UBA odiaba el periodismo empresarial, que por entonces representaban Neustadt y Grondona. Ahora que me pasé del otro lado del mostrador, me di cuenta de que es la única manera. A menos, claro, que trabajes en un medio grande que te respalda. Sólo podés estar al aire si a partir del nombre que construiste, algunas empresas apuestan a vos. Hoy la gente piensa de mí que soy independiente, inteligente y le pego a los políticos. Ese es mi capital. Nunca planifiqué hacerme rica. Aunque vivo de mi trabajo, en este momento lo hago por estar en los medios.
-¿No es como me dijo Aliverti, que terminás suavizando algunas críticas a tus auspiciantes?
-Es que a él lo auspicia sobre todo una sóla empresa grande. Yo ni sé bien quiénes son mis sponsors. Si me llega una denuncia contra ellos, les daría derecho a réplica, como hago con todos. No obstante, creo que la torta de auspiciantes se esta reduciendo y está bueno.
-¿Por qué lo ves como algo positivo?
-Porque por culpa de esos anunciantes pululan un montón de programas de cable con gente que no se sabe a quién representa. Está bastante berreta el periodismo en este punto. Pero no me quejo, porque sería peor que pasara a nivel nacional lo que en algunas provincias: que la prensa depende del poder local de turno.
-¿Cómo ves el panorama político?
-Es de gran confusión y todavía no vemos la otra orilla. La hipocresía en la Argentina está en su máximo esplendor. Hoy escucho al número uno y la número dos del periodismo radial en mi horario y piensan lo mismo en casi todo. Algo raro está pasando. Otros colegas, que se llenaban la boca con Menem y hoy hablan de la “década infame”, me dan náusea.
-Para terminar. ¿Imaginás a tus hijos siguiendo tu carrera?
-La verdad es que no me gustaría. Salvo para unos pocos elegidos, esta es una profesión que dura sólo un tiempo. Sobre todo si sos varón. Por otro lado, los crio bien independientes, así que si se hacen periodistas algo hice mal.
-¿Cómo los imaginás maduros?
-Básicamente felices. Está claro, aun desde sus cuatro años, que Teo le va a poner garra a lo que sea que encare. Es una esponja a la que le gusta aprender todo. Y los dos están capacitados para vivir con alegría. Me parece que la enseñanza más grande que les puedo dar es que, con mucho o con poco, sin ser conformista, el balance del final del día es positivo. El fin de semana pasado fuimos al cine y Teo, cuando nos vio a los dos juntos nos abrazó con emoción. Quisiera quedarme con ese momento para toda la vida.

Gustavo Masutti Llach
Revista Ahora - Diario Crónica

Buenos Aires, Argentina

Octubre de 2005
Revista especial por el Día de la Madre

martes, 11 de octubre de 2005

Cacho Fontana: "Fui locutor comercial más que conductor"


A lo largo de su carrera, Jorge “Cacho” Fontana ha sido galardonado con catorce premios Martín Fierro y más de cuarenta distinciones, tanto aquí como en los Estados Unidos. Sin embargo, no alcanza para entender la dimensión de este hombre, que dejó una marca en la historia de la radio a partir de programas como “El Fontana Show” y “La revista dislocada”. O desde su debut, en radio El Mundo, con Sandrini, Merello, Troilo, D’Arienzo y Di Sarli, entre otros, en un programa llamado “El Relámpago”, en el que debutó con el uniforme de soldado ya que se encontraba cumpliendo con el servicio militar. Hoy su realidad es “El invitado” (Lunes a viernes de 9.30 a 10.30 por Belgrano, AM 950). “La invitación inicial de un mes pasó a ser permanente –explica-. Necesitaba tener contacto con el micrófono, con el estudio. Para mí siempre es un examen. Lo tomo así, más allá de mi trayectoria”.
-¿En qué sintió la falta de micrófono?
-En que uno a veces llega con una idea a la radio y en la práctica no rinde. Además, los últimos cuatro meses estuve trabajando sólo y ahora me tuve que adaptar a un equipo, que es muy diferente.
-¿Qué tiene de particular “El invitado”?
-Que es la primera vez que hago sólo una hora de programa. Siempre se corre un riesgo, como dicen ahora “es un desafío”. Busco que tenga una cierta trascendencia. Por lo demás, no tiene ninguna fórmula secreta. Es más o menos todo lo que uno ha intentado hacer en su carrera, adaptado a las circunstancias y a los tiempos. Más la música, que es un remanso, y la última información.
-¿Qué “rebote” tuvo?
-Los oyentes me dieron una sorpresa enorme. Porque llaman todo el tiempo, desde puntos muy distantes del interior, y hoy el teléfono es caro. Ellos piden presencia y continuidad. Eso es un aliciente, porque la radio es el amor de mi vida. Si estoy bien del físico, la cabeza y la garganta, no me iría nunca.
-¿Quién lo escucha hoy?
-Una audiencia que no suele estar comprendida en las programaciones. Hoy se apunta más a los jóvenes que a las personas maduras, que tienen otros códigos. Por eso están ligados a mí.
-¿Esto vale también para los comunicadores?
-Obviamente. Que un hombre de setenta y tres años, mas allá de mi historia, tenga la posibilidad de conducir una hora, en este momento es importantísimo. No hay muchos más, apenas Héctor Larrea y Antonio Carrizo y Martinheitz, a la noche. Aunque también se puede ver como que nuestra generación está tapando a los jóvenes. Habría que analizarlo más en profundidad.
-¿Tiene algún sucesor en las nuevas camadas?
-No, eso lo determinará el público. Todos tienen su personalidad, su estilo.
-¿Tuvo maestros?
-Muchos. La aventura periodística que viví con José María Muñoz fue extraordinaria. El tenía la insolencia del trabajo y yo me crié con eso. Adopté esa mecánica para darle sustento a mi programa. Debuté con él en el Mundial de Inglaterra de 1966, llevándole el maletín con el termo, la camisa y la toalla. Yo sabía que en un equipo con él y Enzo Ardigó, íbamos con el mismo cartel. Era consciente de lo que hacía y de dónde estaba, por más que a algunos hoy les genere sonrisas.
-¿Hoy es más fácil llegar al micrófono?
-Bueno, la generación que me siguió estudió tres años antes de entrar a un estudio. Yo no puedo competir con ellos porque tengo apenas sexto grado, como Antonio (Carrizo). Lo que pasa es que nosotros queríamos al medio pero nunca tuvimos idea de la proyección y la trascendencia que iba a tener.
-Larrea alguna vez me dijo que él hizo TV, aunque la detestaba, para no desaparecer también de la radio. ¿Le pasó lo mismo a usted?
-Nunca odié a la televisión, si estuve veinte años con el programa de preguntas y respuestas... Fui locutor comercial más que conductor. “Odol Pregunta” no era ninguna ciencia, no me jugaba en nada. Pero los comerciales principales eran todos míos, por mi prestigio. Eso me dio presencia y dinero. La televisión me permitió bancar económicamente mis otras ideas. Fijate que desde que se me acabó la TV me cambió todo.
-¿Lo último fue el especial de las 24 horas por Malvinas?
-Sí. En ese momento no sabíamos ni si había muertos. Yo soy el responsable, nadie me llamó. Y la fui a buscar a Pinky, que estaba enferma. Con lo único que nos pagaron fue con que tenemos esas 24 horas grabadas. Sabíamos que las empresas que me respaldaban iban a colaborar. Nunca imaginamos la avalancha del pueblo. Fue muy doloroso, nunca creí que se convertiría en algo tan lamentable para la historia argentina.
-¿Quiere juntarse con Larrea y Carrizo?
-Es verdad. Lo comenté con Antonio, con Héctor todavía no. Es una idea que tiré para ver si alguno de ellos dice que sí. Todavía no me animo a ir a verlos.
-¿Por qué?
-Es muy fuerte. Les respeto sus personalidades. Para nosotros, más que una despedida, sería una manera de competir con la realidad. El corazón de esta propuesta es que los tres parecemos iguales pero no tenemos nada que ver. Me encantaría que hagamos nueve o doce horas para nuestra generación. Tres o cuatro horas para cada uno, y rotaríamos los horarios. Uno va a las nueve hoy, la semana que viene a las doce y la otra a las tres. Y así todos. Cada cual arma su programa. Encima, la radio dispondría de un montón de tiempo libre. Vamos a ver si alguien recoge el guante.
-¿Tendría que ser en una AM?
-Sí, pero con potencia. La de La Diez, Continental o Mitre. Para que nos escuchen. Porque el aire está muy sucio. No sé, capaz que tenemos que ir a Rivadavia y comprarle doce horas. O en una FM, para que nos escuchen los taxistas.


Gustavo Masutti Llach Revista Ahora - Diario Crónica Buenos Aires - Argentina Octubre de 2005

sábado, 8 de octubre de 2005

Alejandro Apo: "Mezclamos a Troilo con Caniggia y a Labruna con Gardel".


Contrastes. Estereotipos que se rompen. Todo eso y más es Alejandro Apo. Un reconocido periodista deportivo (comparte con Victor Hugo Morales “Competencia”, lunes a viernes de 19 a 21 y las transmisiones del fin de semana) que inventó un lugar para la literatura en la radio (“Todo con afecto”, sábados de 15 a 20, ambos por Continental, AM 590). Un gigante que marca respeto desde lo imponente de su físico, pero que es conocido por ser un buenazo. Y un hombre de radio que tiene un vozarrón vigoroso y grave, pero a la vez permeable a las inflexiones, y excepcional para transmitir sentimientos.
-¿Inauguraste una manera de hacer radio?
- En “Todo con afecto” mezclamos a Troilo con Caniggia y a Labruna con Gardel. Algunos amigos me llamaron y me dijeron “Cuidado, que Walter Saavedra está haciendo un programa parecido en Mitre, en el mismo horario”. Ojalá, porque lo respeto mucho. Si nosotros pudimos imponer un tono, los cuentos o las evocaciones, bienvenido sea. Si un exagerado dice que fundamos un género, somos felices. Está claro que la gente necesitaba este mensaje.
-Lo curioso es que entraste a la literatura por un camino lateral: el deporte.
-Fijate que las maestras de todo el país me escriben para pedirme bibliografía de fútbol. Dicen que “en un mundo que no invita a leer, los pibes se enganchan con uno de estos cuentos de Fontanarrosa, Dolina o Soriano”. A través de ese código los muchachos se conectan con la literatura. Si logramos eso, somos Gardel.
-Lo decía porque se suele creer que el que lee el suplemento de deportes no se interesa por los libros.
-Es así. Son los mismos que encasillan a Roberto Fontanarrosa en la literatura humorística y futbolera, cuando es un escritor reconocido en todo el mundo. El programa anda bien porque su mensaje es que los que amamos el fútbol no sólo somos personas que sólo nos involucramos con las reglas del juego y la pasión. Vibramos por la cultura popular. Nos emocionan Unamuno y Piazzolla. No somos sólo energúmenos que gritan goles. Por más que algunos intelectuales nos pongan esa etiqueta.
-¿Eso pasa?
-Con bastantes, sí. Desprecian lo popular. Dicen: “este escribe de fútbol. No es Faulkner ni Boudelaire”. Enseguida te discriminan. Truffaut decía que “no hay grandes temas, hay grandes tratamientos”. A lo mejor, si le dabas “Jacinta Pichimahuida” a Fellini, armaba un kilombo.
-También leés a autores noveles, que no suelen tener esa oportunidad de ser difundidos.
-Sí. Lo que hago es no prometerles nada, porque llega mucho. La que me ayuda a seleccionar es mi mamá, que no sabe tanto de fútbol pero entiende del juego literario.
-La literatura futbolera es limitada en cantidad. ¿No se te agota?
-Soy un convencido de que el mío es un programa que el público deja por tres meses y un día vuelve. En el mismo sábado, hay gente que va y viene, que escucha un cuento, o un artículo con un viejo jugador y después o antes se dedica a otras cosas. Dura cinco horas. Hay que tener en cuenta eso.
-Pero caés en la repetición.
-Seguro, porque el armado se presta para eso. Me encanta, porque es como los discos. A mi me gusta escucharlos diez veces. De chico, en casa terminábamos de cenar, mamá leía un cuento y lo comentábamos. Me cuesta transmitirles esa costumbre a mis hijos, pero lo voy a lograr. Igual, con la competencia que existe, la radio es imbatible.
-¿Se podría hacer un paralelo entre la audiencia del sábado con la de la madrugada?
-Exacto. De hecho, “Todo con afecto” estuvo ideado para ir a la madrugada. Pero la radio, con razón, apostó por este horario. La atención del oyente es diferente, más fiel. El ritmo del programa es de “barriopueblo”. De caminata por la plaza. Sé que en el interior la gente se junta alrededor del receptor a escuchar el cuento. Muchos me graban y me piden disculpas por hacerlo. Me dicen que si me falta alguno, ellos me lo pasan. Un tipo me asegura que lo lleva arriba del tractor. Otra, que mientras su hija se prueba mil vestidos para salir con el mismo jean de siempre, ella se emociona con la radio. Los estoy acompañando y saberlo me transmite calidez, compañía y amistad.
-¿Qué es “Competencia” para vos, después de tantos años?
-La sensación de que voy a mis recuerdos y los comparto con la gente. El estudio es como el café y mis compañeros, la barra de amigos. Voy, me siento, y empezamos a tirar ideas que tiene que ver con el fútbol y con la vida.
-¿Y Víctor Hugo Morales? -Es el más grande relator del planeta y sus alrededores. Pero también es mi familiar elegido. Lo ideal de la amistad.
-Es notable la trascendencia que tuvo el Profesor Cero, tu personaje que le toma examen de historia del fútbol al resto de los compañeros y les pone notas bajas. -A mí me sorprendió. La gente me para en la calle y me pide “por favor, póngale mejor nota a los muchachos”. Es increíble. Mis amigos me dicen que soy demasiado bueno. Esa es mi oportunidad para liberarme, ser malo y a veces hasta injusto.
-Sé que también te va muy bien con tu espectáculo en vivo, cuya esencia es muy similar al programa del sábado.
-Sí, “Y el fútbol contó un cuento”, que lo hacemos con el Turco Marcelo Sanjurjo, un músico de Mar del Plata. Ya llevamos doscientas setenta representaciones en doscientas diez localidades de todo el país.

Gustavo Masutti Llach
Revista Ahora - Diario Crónica

Buenos Aires, Argentina

Octubre de 2005