Uno de los "puntales" de la mañana de AM es el "Cholo" Oscar Gomez Castañón. Ya en su tercera temporada en La Red ("Día a día", AM 910, lunes a viernes de 9 a12, con Silvina Walger, ) regala puntos altos con el actor Martín Bilyk y su imitación del presidente Kirchner, entre otros hallazgos. "Recién ahora estamos empezando a cosechar los frutos, en los medios y la gente. Porque en la radio las respuestas no se ven al sía siguiente", comenta sobre su paso a esta emisora después de años en Continental.
-¿Es bueno o malo?
-Diferente. Porque los programas tardan en instalarse, pero también tienen muy larga vida si se los sabe cuidar, cambiando todos los días para que nada cambie.
-¿Cuántos de tus oyentes son los de Continental, que te siguieron?
-Mitad y mitad, La Red tiene oyentes propios. Se viene con vos el que es más "hincha" tuyo que de la radio.
-¿Quiénes son tus "hinchas"?
-Lo que me diferencia es la bolilla que le doy a todo el país, al tipo del interior, a los temas de las provincias. No sólo al piquete de acá a la vuelta. No te olvides que La Red tiene 40 repetidoras en toda Argentina. Esto lo pulsás casda vez que levantás el teléfono y escuchás que llaman desde Mendoza, Salta o Ushuaia. Además, a la audiencia de la Capital, que es la que se mide, le das un producto más rico. Ni hablar de cómo se les estruja el corazón a los tipos del Interior que viven en Buenos Aires cuando escuchan algo de su terruño. A eso agregale Internet, que te suma oyentes en el exterior.
-Ese es un fenómeno que todavía no terminó de explotar, ¿no?
-Esos oyentes me enriquecen mucho. Porque a veces cuando hablás de Alemania, por ejemplo, tocás de oído. Enseguida viene el mensaje de alguien de allí que te corrige.
-Lo digo porque está restringido a los desarraigados. Pero todavía no compiten con vos los programas de radio de España o México.
-Es así. Las radios locales no compiten con las del exterior. Pero cada vez más, cuando pasa algo en España o en New York, podés acceder a información de primera mano. Yo, por deformación profesional, escucho mucha radio española. La hacen muy bien y es diferente.
-Vos sos de Santa Cruz.
-Sí, la provincia de moda.
-¿Alguna vez tuviste que votar por o contra Néstor Kirchner?
-No, porque me fui de chico a Chubut. Igual viajo seguido y tengo familia allá.
-¿Cómo te cae un presidente patagónico?
-Muy bien. Porque ver el país desde la esquina es interesante. De la Rúa no era cordobés, ya era porteño. Vivía en la cultura de la rosca y de gobernar para el microclima de siete manzanas. Más allá de algún matiz discutible sobre su setentismo, Kirchner está haciendo las cosas mejor de lo que esperábamos. Se puede mejorar, pero para lo que vivimos, está muy bien: nos plantamos frente a los organismos internacionales de crédito sin romper lazos, empezamos a vivir de lo nuestro, y fuimos el país que más creció en el mundo.
-¿Te llevás bien con los Kirchner?
-Sí. Hasta que fue presidente le debo haber hecho como cincuenta reportajes. Era de los pocos que lo conocía en Buenos Aires. Sé de su idiosincracia de hablar poco, y discutir mucho las cosas pero después cumplir. Está prevenido ante la gran capital, y esto redunda en que nombre gente de su confianza. Viene con un clan, pero hay que entenderlo. No es fácil pasar de gobernar a 200 mil habitantes a 36 millones.
-Se te nota el afecto.
-Es lógico. Cuando venís de un lugar chico, te da orgullo.
-¿Y a la hora de criticar te afecta?
-No. La gente cambia con la banda, es necesario. Y desde que asumió, nunca más hablamos. No tenemos trato, ni siquiera con los subalternos. Se dio lo contrario: gente que no conocía a Kirchner se arrimó mucho. Sobre todo de los medios.
-¿Quiénes?
-Los de siempre. Tienen una habilidad bárbara para convertirse en voceros. Pasa. Espero que los voceros se acuerden quienes son cuando cambie el gobierno de nuevo. Son hábiles, se convierten en opositores el último año y después se reciclan. Tienen debilidades y, sin necesidad de cometer delitos, les gusta el calorcito del poder.
-¿No tenés miedo de quedar pegado, como Enrique Mancini a Menem?
-Siempre hay víctimas. Pobre, él tuvo la desgracia de ser compañero de colegio. Es un gran profesional y nunca fue comisario político de nadie. A mí no me va a afectar. La gente está más crítica a la hora de leer y escuchar.
-Sin embargo, cada vez hay menos gente que lee.
-Tenés razón. Pero la gran clase media tiene claro quién es quien. Lo veo cuando toco temas de gobierno y te lo marcan enseguida los oyentes.
-Decime algo de Martín Bilyk, que te acompaña en el programa.
-Es el mejor imitador que conocí. Porque más allá de su garganta privilegiada, que le permite reproducir las voces de sus personajes mejor que nadie (si no es perfecto no lo hace, y puede competir con jurado y ganarle a los mejores), Martín es un guionista profesional y un periodista. Fijate que hablo con el presidente y es el presidente. Igual con Majul. No se pone a contar chistes, les capta el alma y la personalidad.
-El tono del presidente es zumbón, no es crítico. ¿Esto es una regla de los imitadores, no generar polémica desde el personaje?
-No sé. El tiene total libertad. imitar a alguien es un homenaje. Pero esa impunidad no te habilita a poner en su boca cualquier cosa. Es como hablar mal de alguien que no está presente y no puede defenderse. Esa debe ser la regla, me imagino. Además quedan bien o mal con sus propios defectos y virtudes. Porque los autoritarios quedan mal solos, por ejemplo.
-Contá cómo estructuran la "charla con Kirchner".
-Figuramos una conversación fuera de micrófono con un tipo con calle. Que después "al aire" es más formal.
-¿Aportás algo de tu conocimiento, de acuerdo a lo que hablábamos?
-No. Bilyk hace todo. Lo mío es tratar de sumarle sin opacarlo. Eso es difícil porque no podés hacerle chistes. Tenés que poner la cara para que te estampe la torta de crema. Sorprenderte, y tratarlo como al presidente. Esa es la clave.
Gustavo Masutti Llach
Revista Ahora - Diario Crónica
Buenos Aires - Argentina
Marzo de 2004
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