martes, 20 de agosto de 2002

Samuel “Chiche” Gelblung: "Hoy se pide más realidad y menos boludeo"



El creador y conductor de “Memoria”, Samuel “Chiche” Gelblung, caminó sonriente hacia al estrado y, feliz, tomó el premio al “mejor programa de interés general en radio” por “Edición Chiche” (lunes a viernes de 18 a 20.30 por Radio 10, AM 710). Más tranquilo, desde su despacho de producción en el canal de la calle Dorrego explica el motivo de su emoción: “Si bien tuve algunas nominaciones, es mi primer Martín Fierro, en radio o televisión”.
-¿A qué lo atribuye, trayectoria, el programa en sí, o se compensa la ausencia del de televisión premiando al de radio?
-Es probable que esto último sea lo más razonable. Independientemente de eso creo que “Edición Chiche” se lo merecía desde hace rato. En fin, son valoraciones extrañas que hacen los colegas, aunque no deja de ser gratificante. No importa cuándo llega.
-El programa de radio tiene más “respiro” que “Memoria”, ¿No?
-Porque es más largo. En dos horas y media podés manejar los climas, subir y bajar. Si en la tele tuviera un maratón diario, podría meter el humor, la reflexión y la parte seria. Además el medio te permite cuestiones que la TV no.
-¿Por ejemplo?
-Lo que tiene que ver con el despliegue personal. La TV tiene ritmos y exigencias diferentes. En radio, la única imagen es la voz. Es artesanal. La tele modifica la categoría del mensaje porque tiene otro nivel técnico.
-Hace un par de años usted me decía: "... si se pone de un lado la realidad del país y del otro un culo, la gente mira el culo".
-La realidad social argentina cambió. Eso valía hace dos años, cuando todo era más laxo. Hoy la realidad no te permite mostrar culos. Si lo hacés, la gente se va. Nosotros tenemos la flexibilidad necesaria como para acompañar los deseos del público. Hay cosas que no podemos hacer porque el público las rechazaría. Porque se pide más realidad y menos boludeo. Hay que respetar eso. Se busca más compromiso. En “Memoria” instalamos el tema de los cartoneros, por ejemplo. Y ahora es muy popular ese tema.
-¿Y cómo reacciona cuando, con otras palabras, Clarín lo tilda de “amarillo”?
-No le doy pelota. Porque por lo mismo que dijeron que era malo, reconocieron que era bueno. Básicamente hay prejuicios por un lado, cierta ignorancia por otro y una suerte de lugar común: Si lo hace otro está bien, si lo hace Chiche está mal. Son precios a pagar por ser diferente. No me quita el sueño. Tampoco polemizo con mis colegas.
-¿Aquella acusación sirve para todo el periodismo, incluido el propio grupo Clarín?
-Todo el periodismo está en la misma: Buscan impacto.
-¿Tiene que ver con sacudir a una sociedad apática?
-También con que para producir el mismo impacto de hace dos años hay que trabajar el doble. Además hay mucha competencia. Los temas que tocas a la mañana a la noche son viejos. Hay una sobreoferta de información y ante eso hay que ser muy creativo, muy audaz o muy efectista. Cada uno elige lo que puede. A veces para sostenerte tenés que ir por el camino de la idea, otras de lo que los demás no se atreven a mostrar. Son recursos naturales del periodismo.
-¿Cuál es el criterio para elegir los temas?
-A la hora de armar el sumario de la radio o de la tele, la primera medida es ignorar a los diarios porque te condicionan la agenda. Que tal vez no tiene que ver con la realidad de la gente. Para mí vale más cualquier observación personal de la calle que la mejor noticia de un diario.
-¿Por qué?
-Un fenómeno cotidiano vale más que la interna del Justicialismo. Eso no significa que no me interesa la interna. Será maravillosa para la sección política de un diario pero a la gente le importa un pito. Voy a tocar el tema. Pero me interesa más saber que están vendiendo leche suelta por la calle. Porque eso sí tiene que ver con la realidad. Tengo un sistema de alerta diferente. Por eso les exijo a mis productores que vayan con los ojos abiertos. Que no lean el diario, porque es un recorte de la realidad.
-¿Cómo es eso?
-Para producir noticias hay que empezar de cero. Un diario debe mostrar un mundo de siete mil millones de habitantes en cien noticias. Hay tantas historias como personas, entonces quiero la noticia ciento uno. Prefiero lo que me trae un cronista antes que las reflexiones políticas de Cafiero. La política es retórica y la economía, distante. Ante la macroeconomía me interesa saber cómo funciona alguna de las economías paralelas que tan buena salud tienen en Argentina. Hay un mundo por debajo de la superficie. Ese es el que me interesa. Me baso en la intuición.
-¿Y ante las noticias verdaderas qué hace?
-No podés negar una toma de rehenes porque es un tema de alto impacto. Pero si no hay una noticia hiperconvocante prefiero basarme en mi percepción y mi intuición.



-Alguna vez habló con delincuentes en una toma de rehenes. ¿Cómo encaró ese reportaje?
-Tengo una ventaja por sobre otros periodistas: tengo calle. Tal vez ellos la tienen y tratan de disimularla. Yo no. Me crié en la calle y alcancé cierto nivel por ser autodidacta. De hecho, no terminé el secundario. Es una deficiencia, es cierto, pero creo que mi nivel está a la par de colegas más pretenciosos. Pero no reniego de haber sido un chico de la calle, que se crió en ese ámbito. Entonces tengo la posibilidad de conocer los códigos y comunicarme a la par tanto con un cartonero como con un intelectual o con un político. Leí de economía más que muchos periodistas económicos. Eso no me convierte en economista, pero sí en un periodista especializado que no habla pavadas.
-¿La clave es sintonizar el código del entrevistado, entonces?
-Exacto. Y no ponerse en censor. Yo no califico. Es obvio que es un ladrón ¿para qué se lo voy a decir? Al otro día de la charla con los secuestradores de Ramallo, que terminó en tragedia, me llamó Tita Merello. Me impresionó cuando me dijo que al hablar con la rehén, era como su hijo. Pero al charlar con los delincuentes, era uno de ellos. Me iba alternando.
-Hay un tercer código: el del público.
-Tiene que seguir el juego. Lo percibe, de otro modo, no tendríamos la audiencia que disfrutamos. Sabe que no hablo como los delincuentes sino un periodista que se pone en esa piel.
-Jorge Lanata dice que le encantaría entrevistar al diablo. ¿Usted?
-Yo entrevisto al diablo, a un ladrón o a Hitler. No tengo problemas. Somos un servicio público y tenemos la obligación de transmitir las ideas desde nuestro peor enemigo hasta nuestro más rutilante guía espiritual. De ninguna manera debemos ejercer la censura. Sí hay que tener ciertos códigos para no difundir intimidades que pueden comprometer el futuro de una persona. Pero si el diablo acepta una nota, nos sentamos a una mesa y hablamos de igual a igual.
-No se puede hablar de igual a igual con el diablo ¿No se corre el riesgo de blanquearlo si nos supera en habilidad?
-De ninguna manera. Queda absolutamente en claro que el periodista es el periodista y el diablo es el diablo. (Se ríe) Salvo, claro está, que el periodista sea más diabólico que el diablo.

Gustavo Masutti Llach
Revista Ahora - Diario Crónica - Buenos Aires
Agosto de 2002

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