Entró casi pidiendo permiso y se instaló en las emblemáticas mañanas de Radio Rivadavia con “El colectivo” (AM 630, lunes a viernes de 9 a 12) con la responsabilidad de sentarse en la silla de Héctor Larrea. Hoy, tres años más tarde, pasó el examen, está sólido y conquista nuevo público.
“Hace un montón que trabajo en esto y sé que soy difícil para los medios. Cuesta clasificarme y también criticarme porque nunca hice el mal. A nadie se le regala un elogio y a mí menos. Pero cuando nos sale una buena, destacala... Tampoco me preocupa demasiado porque trato de mantener un espíritu entre profesional y amateur”.
A José Alfredo Galván casi todos lo conocen por el apodo que se ganó de chiquito, cuando se cayó en la laguna de los patos del zoológico y que mimó a partir de su idolatría por el arquero Ubaldo Fillol. El Pato, entonces, es quien se para frente al micrófono, gesticula, se mueve y busca la complicidad de su equipo conformado por Alejandro Gardinetti, Martín Russo, Clara Ullrich, Eduardo Caimi, Norma Aguilera, Néstor Sclauzero, Gabriel Fresta, Daniel Gómez Rinaldi y Martín Caballero. Sí, se para: “Me enseñó a laburar así el BB Sanzo, cuando él era el director de la FM NRG. Nos ponía el micrófono alto para obligarnos. Está bueno, manejás otra energía”. Con respecto al programa se explaya: “Estamos en el tercer año consecutivo, que rima con colectivo y por eso lo usamos de slogan. Me gusta porque en los últimos tiempos hay muchos cambios en las radios. De ahí que nos enorgullecemos de que nos vayamos convirtiendo en una costumbre para muchos oyentes, a la vez que ganamos algunos nuevos que se quedaron huérfanos porque levantaron el programa que escuchaban a la mañana”.
-¿En “El colectivo” priorizan más la diversión?
-Tiene sus días. Sí es cierto que descubrimos que la apuesta al humor funcionaba. Y más que a eso, al ánimo. Cada vez más me convenzo de que mi misión en la vida es dar ánimo. Eso está claro porque es lo que más me agradece la gente. Ahí sé que voy bien.
-En Estados Unidos inventaron la palabra “entertainer”.
-Sí, pero no me identifico con eso. Porque siento que si te están entreteniendo es porque te la van a mandar a guardar por otro lado. Aunque no reniego, porque soy parte de esa industria, prefiero destacar las palabras que me gustan. Me interesa más ser animador porque viene de “ánima”, es decir, darle cariño al alma. Soy fanático de las palabras.
-¿Eso ponés en migraciones cuando te preguntan la profesión?
-Hace rato que no viajo... en una época ponía “periodista” para no escribir “payaso”, que me parecía demasiado. En una época pensé en “bufón”. Fijate que “galvanizar” significa “dar vida momentánea a cosas que están decayendo”. En algún lugar mi apellido me marca (se ríe).
-¿Cómo te tratan tus colegas?
-Está claro que no soy un locutor que se caracteriza por el cuidado de la técnica (pido perdón). Hace un montón que trabajo en esto y sé que soy difícil para los medios. Cuesta clasificarme y criticarme porque nunca hice el mal. A nadie se le regala un elogio y a mí menos. Pero cuando nos sale una buena, destacala... Tampoco me preocupa demasiado porque trato de mantener un espíritu entre profesional y amateur. Prefiero ser responsable, aunque manteniendo la gracia del oyente que tomó el micrófono de prepo.
-Antonio Carrizo me dijo que los medios deben reflejar el habla de la calle y Magdalena Ruiz Guiñazú opinó que así se puede caer en la demagogia. ¿Vos dónde te parás?
-En el medio. Si me ponés contra las cuerdas elijo la postura de Antonio, no lo dudo.
-¿No deben ser un faro los medios, más que un espejo?
-No, debe haber de los dos. A veces discuto con Dolina (cuando lo leo o escucho, porque no tengo trato con él) porque opina como Magdalena. Podés ser formado o ilustrado pero no da que la gente no te entienda por eso. Siento que si imitás el habla de la calle estás siendo cariñoso y respetuoso con la gente que no pudo estudiar como vos. No vale quedar como un sabio y dejar al público afuera.
-¿Cuál es el límite? ¿Hablar bien, sin errores gramaticales?
-No sé, te lo ponés vos. A veces queda bien una mala palabra. Yo lo manejo con la intuición. Prefiero que me felicite un tipo por la calle a que me den un premio del “consejo de la lengua de no se qué” por cuidar el idioma en los medios. Con todo, si tenés una buena formación el error gramatical sale sólo a propósito, si querés. Ahí sí sería demagogia. Por ejemplo, odio cuando en los medios se habla de “la gente”. ¿Y nosotros qué somos?
-¿Tenés presente tu etapa de trabajar en radios truchas?
-Sí, es parte mía, aunque no me enorgullezco ni nada. Eso me dio la práctica. Pero también es una pasión, me encanta estar en una radio. Si mañana me quedo sin laburo vuelvo a las truchas porque no puedo estar sin micrófono. No me importa si me escuchan dos mil o dos millones. Mi entrega y amor es el mismo. Quiero colaborar con alguien a quien mi mensaje le llega, y a la vez es para mí, porque me gusta. Como el fútbol: no voy a dejar de jugarlo porque no estoy en la primera de River.
Gustavo Masutti Llach
Revista Ahora - Diario Crónica
Buenos Aires, Argentina
Mayo de 2007
No hay comentarios:
Publicar un comentario