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domingo, 9 de septiembre de 2007

Jorge Dorio: “El sueño del pibe es salir en la tapa de Crónica.”

Comenzó en la gráfica pero se hizo notar en los medios electrónicos. En radio marcó época en los albores de la democracia con “Sueño de una noche de Belgrano” y participó de “La venganza será terrible”, junto a Dolina. Hoy conduce “La revuelta” (De la Ciudad, AM 1110, lunes a viernes de 16 a 18) y “Siempre es hoy” (Provincia, AM 1270, sábados de 10 a 13, un programa de investigación histórica).
“Dolina está preocupado por el qué dirán desde hace quinientos años, y lo estará en los próximos quinientos. Hace un cuestionamiento metafísico en el medio de un chiste. El suyo nunca fue un programa sólo de humor. Disfruté mucho trabajar con él”.



“No hablo de ‘carrera’ porque me sentiría un purasangre. No tengo nada de puro, y menos en la sangre”. Jorge Dorio monologa casi con la misma velocidad con la que consume un cigarrillo tras otro. Cada dos por tres interrumpe la charla para gastarle una broma a alguien que pasa y retoma su argumento donde lo había dejado, sin perder coherencia ni vértigo. Su presente es bueno, sin embargo, la referencia a su currículum parece inevitable: “En el año ’84, durante mi primer año en la radio gané un premio internacional y pasé de ser un energúmeno que no podía ni decir ni la hora, a jefe del informativo de radio Belgrano y después a gerente artístico”.
-Qué líos que armabas en aquella época.
-La verdad que sí. Aunque era un proyecto muy noble.
-Eso te dio prestigio.
-Absolutamente. El sueño del pibe es salir en la tapa de Crónica.
-Y lo lograste cuando terminaste preso con Oscar Castrogé.
-Claro. Estábamos al aire, y él con un comando tomaron la radio porque no les gustaba lo que decíamos de Malvinas. Fue gracioso, me dio chapa, pero era bravo también. Porque en abril de 1984 recién salíamos de la dictadura y me sonaba el teléfono a las tres, cuatro y cinco de la mañana. No era moco de pavo. Cuando venían las amenazas tragaba saliva y seguía para adelante deseando que no pasara nada.
-¿Hoy aguantarías de la misma manera?
-Sí, a pesar de que entonces era soltero y hoy tengo un hijo de quince años (y una relación maravillosa con él).
-Antes por inconsciencia, hoy por dignidad.
-Es así. La gente espera que al volverte padre seas más “careta” y, al revés, yo no quiero quedar mal parado delante de él.
-¿Cómo es su mirada?
-Me juzga con mucha precisión, con la dificultad que genera no caer en la emulación. Eligió no estudiar en el Colegio Nacional de Buenos Aires y no sé qué hará con su carrera.
-Durante cinco años acompañaste a Alejandro Dolina.
-Con gran placer, en una propuesta que no pasaba por lo informativo.
-¿Qué diferencias tiene con vos su programa?
-Su función social es muy parecida. Pero el Negro está preocupado por el qué dirán desde hace quinientos años, y lo estará en los próximos quinientos. Hace un cuestionamiento metafísico en el medio de un chiste. El suyo nunca fue un programa sólo de humor.
-¿Haber trabajado en el debate del Gran Hermano demuestra que no te importa el qué dirán?
-Cada vez que puedo lo aclaro: me juzgaron sin verme. Hablé ante auditorios de doscientos eruditos como en la universidad de Georgetown, no creo que me manche por haberlo hecho para dos millones de personas. Sin comer vidrio, uno puede colar cosas interesantes.
-¿Te gusta la radio argentina?
-Sí, bastante. Me costó encontrar en Estados Unidos (viví cuatro años en Washington) el nivel de algunos programas de acá.
-¿Cómo es “La revuelta”?
-En un programa de retorno me pareció alocado repetir las noticias que vienen desde la mañana. Y como el nombre condiciona al producto, es eso: regurgitar los temas del día y darles un sentido.
-¿Dónde ponés el foco?
-En aquello que no queda respondido nunca cuando la noticia se termina. El público de la tarde es de una categoría diferente.
-Tradicionalmente se lo considera el mismo de la mañana, que va y viene del trabajo.
-Por eso, si un tipo escuchó las tapas de los diarios cuando se levantó de la cama, va seguir con lo mismo a la tarde: con lo que se escribió un día antes. Eso hace que la gente escuche automáticamente, o que se pase a la FM para que le pongan un poco de música.
-¿Cómo lo resolvés?
-A la revulsión hay que buscarle un origen mítico. Por eso arranco el programa con una historia para hacerla desembocar en la realidad.
-¿Por ejemplo?
-El otro día arranqué con la telenovela “Montecristo”, de ahí pasé a la novela original de Alejandro Dumas, extraje sus líneas centrales, es decir la inequidad, la venganza, la recuperación de lo perdido y la cuestión del valor vida. De ahí se puede pasar a la tragedia en Medio Oriente o a cómo ven la enfermedad de Fidel en Miami, para terminar en los problemas del país. Hay que dotar de sentido lo que se escucha a diario. Los mitos ayudan bastante a relacionar a los grandes temas con los simples mortales y algunos semidioses.
-¿Entonces?
-En mis programas tengo que tratar de generar la sensación de inquietud que me genera la realidad. Más allá de la conocida manipulación de los medios, hay lugares de preocupación, explicación, participación y responsabilidad.
-Sé más preciso.
-¿Qué grado de comprensión tengo del Islam? ¿Cuánto participo cuando le digo “turco” a un vecino sin saber de dónde vino? ¿Qué me pasa si no cuestiono algo como lo de los superpoderes? ¿Y cuando voto indiscriminadamente?
-¿Cómo es tu público?
-Hinchapelotas en el mejor sentido de la palabra. Es inquisitorio, cuestionador, y los guachos buscan en las enciclopedias para refutarte. No puedo pisar en falso jamás porque me están contando las costillas. Para colmo, me baso en una espontaneidad que se parece a la desidia.
-Definí tu ideología.
-Es curioso, no tengo una filiación peronista, de hecho vengo de una familia muy “gorila” y me costó mucho entenderlo como una clave fundante en la estructura de la Patria. Y el mundo está convencido de que debo ser el “segundo trabajador”, más o menos.
-¿Te molesta?
-No. Uno debe ensuciarse las manos y no importarle tanto el cómo diablos te ven. Si creen que sos un tilingo o un “peronacho”, como dicen algunos de los oyentes. Tengo que sostener un discurso y un diálogo y tratar de que sean cada vez mejores.



Gustavo Masutti Llach
Revista Ahora - Diario Crónica
Buenos Aires, Argentina

Setiembre de 2007

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