“Vamos al estudio chiquito” propone María Esther Sánchez y al llegar sorprende lo diferentes que son las proporciones en la municipal Radio de la Ciudad (AM 1110). El lugar es enorme, al punto que el techo está a siete metros de altura y el piso tiene espacio para caminar con comodidad entre los dos pianos de media cola y una mesa con sillas. En esa emisora, todos los domingos de 9 a 10 de la mañana la locutora conduce “Son buenas”, un envío que apareció durante la gestión anterior y que tiene la particularidad de no ser difusor de buenas noticias. “Carlos Ulanovsky me preguntó qué quería armar y le contesté que un programa con estas características. Algo que ya venía haciendo como sección, a la noche, en el espacio de Leonardo Grecco”, recuerda María.
-¿Tenés material para una hora?
-Sí, porque buscando, hurgando, se encuentran buenas noticias. Aunque quizás no alcancen para un programa diario. El bajón y lo negro de la vida existe, como todas las cosas negativas, pero sin ellas no podría haber luz y cosas bellas. Depende de dónde pone uno la mirada. Yo trato de rescatar aquello que tiene un poco de color y que brinda esperanza. Puede ser una ONG que ayuda a chicos que lo necesitan, los “payamédicos”, que le llevan una sonrisa a los enfermos o los pediatras que se prepararon con narradores para aprender a relatar y el día del niño lo hacen frente a los chicos, en el marco del programa “¿Me cuenta un cuento, doctor?”.
-¿Por qué creés que esas buenas noticias tienen tan poca prensa?
-Puede ser porque no venden, o porque estamos mal acostumbrados. Y los argentinos somos un poco “melanco”.
-Sin embargo en ningún lugar del mundo son tapa de los diarios.
-Pero creo que pronto lo van a ser. Me voy a sentir feliz cuando ocupen aunque sea un recuadrito de la portada, todos los días. Porque están ahí. De hecho, hay programas de televisión y hasta noticieros, en los que destacan que “la buena noticia de hoy es...”. Ese compendio es el que traslado a la radio los domingos por la mañana. Te digo más, me encantaría llevar la propuesta a la televisión, porque el rebote es mucho mayor.
-¿El horario te gusta?
-Sí. Aunque a primera vista parece marginal, se escucha mucho. Afortunadamente, esta radio se dedica a los temas de la ciudad (como su nombre lo indica) y la gente responde.
-¿Cuáles son tus fuentes?
-La prensa en general. Pero también el boca en boca, o las historias de vida. A veces la misma gente llama y nos deja su buena noticia. Trabaja conmigo Bárbara Ramirez Araujo, que es mi productora.
-¿Sabías que Bernardo Neustadt siempre cuenta que una vez sacó un diario de buenas noticias?
-No, no sabía. ¿Cómo le fue?
-Se fundió en menos de un mes.
(Se ríe)-Debe haberle pasado porque se querría haber llenado de plata. Acá no es ese el propósito (se tienta de risa). Si yo no espero ganar dinero sino generar situaciones, no me puedo fundir. No me lleno de plata ni con el programa ni con ninguno de mis otros proyectos.
-¿En qué te paga?
-En que sabés qué lindo es escuchar los mensajes de los oyentes contando lo que les pasa. Lo hago porque me gusta pero si no existiera la audiencia, no tendría sentido. Si no te llega la respuesta en algún momento, sentís que todo va a parar a un saco vacío. No me importa si hay uno, diez o mil. Con que haya uno que escucha, llama y participa diciendo “los descubrí y los sigo” estoy hecha. Más si se da un caso como el de un discapacitado que nos contó que salió a la calle y buscó un teléfono público para dejarnos un mensaje. Que me digan “gracias por darle espacio a las buenas noticias” me provoca una alegría que me hace llorar de la emoción.
-¿Creés que con este programa cubrís una función que la prensa relega?
-Puede ser. Quizás porque no tengo esa raíz. Ante todo soy locutora y después periodista, por las funciones que ejercí durante años. Me nace, lo siento y lo llevo adentro. Me gusta indagar en el alma humana, exponerme y sacar mi histrionismo. Las cosas son como se van dando, no hay que rotularlas.
-¿Cada vez queda menos propuestas para el locutor clásico?
-Sí, se fueron recortando los espacios. Sobre todo a partir de que cualquier persona puede mencionar la marca de un producto al aire y dejar “de florero” al locutor.
-¿La ley que prohibe eso cambió o no se cumple?
-Las dos cosas. Ahora un conductor puede mencionar las marcas. Pero a la vez nosotros estamos preparados para expresarnos y hacer “el show de la tanda”. No sólo vende una cara famosa sino la manera de transmitir el mensaje. Se habla mal en la calle, en parte porque los locutores, que son quienes están profesionalmente preparados para ello, tienen cada vez menos aire. De este modo, los medios de comunicación educan mal. Ahora el “locutor integral” está preparado para conducir programas y hacer periodismo.
-Decime dos palabras de Juan Alberto Badía.
-Un gran amigo y la persona a la que le debo gran parte de mi carrera. Gracias a él soy locutora. El me alentó cuando yo estaba en Chacabuco.
Gustavo Masutti Llach
Revista Ahora - Diario Crónica
Buenos Aires, Argentina
Noviembre de 2005
Hoy día estoy aprendiendo de ella a ser una locutora integral, y después de 10 años el pensamiento sigue intacto- Gracias
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