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miércoles, 6 de septiembre de 2000

Hugo Paredero: "No es negocio un programa de arte"

La carrera de Hugo Paredero comenzó en 1972 pero no como periodista sino como actor. Por entonces era compañero de curso con Alejandro Urdapilleta y Juan Leyrado, "pero no tuve ni el talento ni la constancia para seguir luchando" afirmó alguna vez. Paralelamente desarrolló su pasión por la escritura y de la mano de la hoy desaparecida revista "Humor" se hizo un nombre como crítico de espectáculos. Empezó en radio en 1983 y en el ´90 presentó el proyecto de "Por amor al arte" en radio Del Plata. Pasaron diez años y dos radios (desde agosto pasado se emite de lunes a viernes de 14,00 a 17,00 por La Isla, FM 89.9) y el programa sigue firme. "Ya debo ir por las ochocientas emisiones, no llevo la cuenta. 'Por amor al arte' tiene un formato magazine y lo defino como un encuentro de amigos que siempre se reúnen para hablar de lo mismo. Hay códigos, claves y maneras de insultar o emocionarse que son comunes. También elijo la música, que es bien ecléctica, salvo cuando viene un invitado músico, que se programan sus temas".
-¿Qué vicios radiales se te pegaron en este tiempo?
-El de hablar mucho. El silencio es una de las cosas que te pide la radio, paradójicamente. Tendría que ponerme límites porque al hablar de más corro el riesgo de decir pavadas. El problema es que como suelo estar sólo frente al micrófono me dejo llevar y me freno sólo cuando el operador me avisa que va la tanda.
-El titulo del programa, "Por amor al arte" puede generar equívocos...
-Sí, más de una vez tuve que aclarar que no lo hago gratis. Amo el arte al punto que debo volcarlo en el medio que elegí, en este caso la radio. De ahí viene el título. Todos somos un poco así: ya sea silbando una canción o recordando un poema, tenemos el arte presente en nuestra vida.
-Demostraste que puede durar en el tiempo. ¿Pero es rentable económicamente un programa sobre arte?
-No. Y si me preguntabas si era negocio hubiera pensado que me estabas cargando.
-¿Tenés la cantidad de anunciantes necesarios?
-Ahora no. Hay momentos y momentos. No llegué a poner plata de mi bolsillo pero alguna vez hice el programa sin cobrar. Todavía espero aquella persona que sepa vender un programa de radio como este, que es atípico. Encima choca con el prejuicio "cultural-aburrido". Pero tenés otras satisfacciones. A veces hacemos un concurso difícil: leo las primeras líneas de un cuento una novela famosa (no obvio como "En un lugar de la Mancha...") y tienen que acertar autor y título. Los oyentes acertaron siempre, nunca fallaron. Encima además de profesores de literatura o bibliotecarios, ganadores lógicos, han acertado taxistas y empleados administrativos. Eso es muy conmovedor.
-¿Cuál es tu relación laboral con la radio?
-Soy empleado de La Isla. Y existe una coproducción para la venta de publicidad. Pero en todo caso sería un "plus". Soy casi una mosca blanca por lo infrecuente. Porque la coproducción es un "bajón". ¡Uno no sabe vender publicidad...!
-¿Escuchás radio?
-No. Tengo el vicio de poner la radio en la que estoy trabajando hasta llegar al trabajo. Es una manera de empezar a estar allí. Así la disfruto desde antes. Si no pongo un disco. Me encanta la radio. Mucho más hacerla que escucharla. Sin duda (enfatiza). Sería muy aventurado para mí hablarte de un panorama de las radios.
-Cambiando de tema, ¿tenés esperanzas en la política cultural de la Alianza?
-Si digo que sí no lo puedo fundamentar. Descreo del lugar que se la da a la política en la Argentina desde hace siglos. No importa el color del gobierno. Estamos en un punto de inmadurez emocional muy grande como para tener esperanzas. Es descorazonador lo que digo, pero es necesario para tomar conciencia de la realidad. Aunque como decía Nietzche, "tenemos el arte para que la verdad no nos mate".
-¿Te parece creíble Darío Lopérfido, el secretario de medios y cultura?
-Lo veo artístico, entonces me cae bien.
-¿Cómo?
-El es artístico en su manera de comunicar. Pero como es político vive hablando del "mañana" y del "ayer", nunca del "hoy". Eso me deprime. No sé si es "sushi" pero debe comer. Por lo menos parece no molestarle el apodo. Ahora bien, y esto lo debe saber su analista (si es que lo tiene), habrá que ver si es esencialmente un político o un hombre de la cultura. No es lo mismo y ojalá que sea lo segundo.
-Estudiaste teatro con Leyrado y Urdapilleta.
-Sí, con Martín Adjemián en el Vitral que estaba sobre la calle Montevideo.
-Ellos se manejaron distinto frente a la tele. Uno se popularizó gracias a Panigassi y el otro se niega a la TV.
-Los conozco mucho a los dos, los valoro y los quiero. Los dos brillan. No creo que Urdapilleta viera como una traición hacer TV. Sí creo que le parecería un sobrepeso hacer una tira diaria. No podría con su alma porque se sentiría atado.
-Se dice que los críticos son artistas frustrados. ¿Es tu caso?
-Yo hubiera querido ser más artista que crítico, pero no soy un frustrado. Lo que vale la pena cuando vas a ver una obra es ser artístico. Puede serlo cualquiera si se conecta con la película el libro o el disco y lo contás. Nunca se me ocurrió ser crítico. Simplemente "Humor" irrumpió en mi vida y me empujó el destino. Yo, encantado. Eso me generó una cierta responsabilidad porque llegamos a vender 350.000 ejemplares.
-¿Cómo viviste el cierre de "Humor"?
-Como el de un enfermo terminal que finalmente se muere. Yo sentí que acompañé a ese moribundo durante el último año y medio. Fui testigo y víctima de esa agonía. Por eso sufrí el definitivo golpe de dolor, pero también viví el clásico alivio. Ahora me vienen recuerdos y me pasa aquello de "mirá cómo empezó, por dónde fue y de qué modo terminó".
-¿Qué le pasó, perdió credibilidad?
-Es difícil verlo desde adentro. El país cambió y la revista se llenó de competencia. Todos pasaron a ver la realidad con la lupa de "Humor" (no digo que la imitaban). La sociedad se llenó de permisos y algunos lo aprovecharon mejor. De pronto, "Humor" pasó a ser del montón.

Gustavo Masutti Llach
Revista Ahora - Diario Crónica
Buenos Aires, Argentina
Octubre de 2000

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