“Los Innombrables”
Nacional Rock, FM 93.7
Lunes a viernes de 18 a 20
Con: Alejandro Lingenti, Mariano Hamilton y Jorge Dorio.
“La venganza será terrible”
Radio Nacional, AM 870.
Lunes a viernes desde la medianoche hasta las 2.
Conducción: Alejandro Dolina
Con: Patricio Barton, Gabriel Schultz y Jorge Dorio.
Tiene ojos mezquinos, pero una sonrisa sincera, amplia y generosa. También un bigote aristocrático y los dedos en “V”. Habla a mil por hora y se dispersa fácil, pero no pierde la coherencia. Se paró sin dramas al lado de Martín Caparrós y de Tamara Paganini. Todo eso y más es Jorge Dorio, un hombre inclasificable, díscolo, y sin dudas una buena incorporación de la Radio Pública. Desde el año pasado con Alejandro Dolina en la medianoche y recientemente se incorporó a “Los innombrables”, en la FM Nacional Rock. Con respecto a esto último explica: “Como sucede en estos casos la idea original era una y terminó en cualquier cosa. Fui convocado para hacer una columna de política internacional, que es una vieja especialidad que tengo, y otra de cultura. Pero como se genera un clima tan agradable, se me hace difícil dejarlo y me quedo las dos horas que dura el programa”.
-¿Mutaste de tener la postura de un intelectual casi soberbio de tus comienzos a la de un tipo que se permite ser popular?
-Bueno, la participación en el debate de Gran Hermano y en el programa de Alejandro Dolina avalan esa idea. Aunque reconozco que mucho tuvo que ver con ese cambio los consejos que me dio Juan Alberto Badía, que fue mi director cuando estuve en Radio de la Ciudad.
-Vengo de la gráfica. Sin embargo, hasta la llegada de la democracia no pude aparecer en los medios electrónicos. Con la mala suerte de que en 1984, con (Martín) Caparrós nos ganamos un premio mundial (se refiere al galardón España Radiodifusión, otorgado al mejor programa de radio de habla hispana por “Sueño de una noche de Belgrano”).
-¿Por qué lo marcás como negativo?
-Porque eso me llevó a ser gerente de radio Belgrano al año siguiente. Y cuando era joven y me pasaba eso tenía tendencia a creer que ya sabía todo. Sobre todo porque provengo de un colegio en el que también corrés seriamente ese riesgo (la anécdota es para el Nacional Buenos Aires, donde estuvo al frente del centro de estudiantes, hasta la llegada de la dictadura militar). Pero entonces encontré a Badía y me puso en mi lugar.
-¿Te hizo sentir el rigor de la trayectoria?
-Nunca me retó, tengo que destacarlo. Me llamó aparte y me dijo: “Jorge, sería bueno que todo eso que sabés pudiera disfrutarlo mucha gente”. La traducción era: “Dejate de joder y empezá a decir las cosas de otro modo”. Dolina también me ayudó en eso. Y hay una cuestión lógica de crecimiento y maduración, desde luego. Uno descubre que eso es un saber que hay que adquirir. No alcanza con tener la decisión de tener la vocación de comunicar algo de manera popular.
-¿Volviste a escuchar algo de aquellos primeros tiempos?-No, no, no. Me cuesta muchísimo. Sería como ver los tapes de “El monitor argentino” (también junto a Caparrós, en televisión durante 1986). Pasaron muchos años y uno cambia demasiado. Y, como pasa con lo que está grabado, tampoco puedo corregirlo.
-¿Y tus libros?
-Tampoco los vuelvo a releer. Los publico y los dejo tranquilos. La radio y la tele tienen la ventaja de ser efímeros, pasan más rápido.
-¿Te llega a avergonzar?
-No, claro que no. De hecho al pasado lo recuerdo con mucho cariño. Pero mirar para atrás en tu carrera a veces genera un efecto fulero. Haber sido exitoso y premiado de joven no digo que te hace dormir en los laureles, pero el excesivo recuerdo de la época en la que te fue bien a veces genera poco desafío. Y me pone en un lugar de cierta nostalgia que no está buena. Y eso está bien para otras cosas pero no para lo profesional.
-Nunca te vi tan contento.
-Ja, ja, puede ser. Debe ser por esto que veníamos hablando. Ya no siento que tenga que rendir exámenes en términos de prestigio. Y con que es muy grande la certeza del compromiso que hay entre mis ideas y el lugar en el que estoy trabajando, radio Nacional. Además, si bien nos tocó el infortunio de vivir los años de plomo de la dictadura militar, ahora tenemos la enorme alegría del proceso político que estamos transcurriendo.
Gustavo Masutti Llach
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