“Siempre quise hacer un programa como el de La Porteña porque considero que el amor bien entendido es la base de la humanidad. De hecho, mi sueño en teatro es interpretar a Cyrano y después morirme (sonríe). Acá tengo el romántico afuera sin presiones comerciales, con todo el tiempo del mundo. En cambio, en Radio Pasión saco al Negro Roli, juguetón y fiestero”. Desde los inicios mismos de su carrera el Roli Serrano tuvo que aprender a hacer equilibrio entre lo prestigioso y lo masivo. Cuenta que debió hacer un gran esfuerzo para superar sus prejuicios hacia las ramas más populares del entretenimiento. Hoy ya no se plantea si algo es mejor que lo otro y apuesta por lo que lo llena. Así, está al frente de dos programas en emisoras con targets bien diferenciados: una es La Porteña, la AM del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y en Pasión, una radio de estética y música tropical.
-¿Qué diferencia tienen los públicos, más allá de sus gustos musicales?
-Que los de Pasión Tropical escuchan mi programa de La Porteña, pero no pasa lo mismo al revés. Es interesante porque el estereotipo es al revés.
-En radio no tenés que “poner el muñeco”.
-No, todo es desde mí. No obstante, busco un personaje que se escape un poquito de Roli Serrano. Tal vez ese que no me animo a mostrar en lo cotidiano. Soy un romántico mal, mal. Esa parte la gente la descubre. Pero ojo que arriba del escenario te exponés porque sacás una faceta tuya que tenés oculta. Cuando interpreto un malo exorcizo mis demonios. Siempre son partes mías las que pongo en juego.
-Cómo cambió tu carrera, ¿no?
-Sí, hace diez años era un actor prestigioso que hacía teatro independiente, alguna película y miniseries. Cuando decidí filmar una telenovela bien popular (“Cabecita”) lo hice con muchos reparos, porque podía quedarme sin ninguna de las dos cosas.
-¿Y qué pasó?
-Que no tiene nada que ver. La gente lo único que te exige es honestidad. Si decís lo que pensás y sos consecuente, te bancan. Dejé de ser rígido.
-¿Tenías prejuicios ante lo popular?
-No podía hacer la diferencia entre masivo y popular. No aceptaba que algo para mucha gente no tiene por qué ser berreta. Venía de la izquierda, del teatro independiente. Si un tipo me pedía plata por la calle le contestaba que no, pero que iba a pelear con toda mi fuerza para que él no pasara por esa situación. Hoy sé que una moneda le puede salvar la vida. Esa es la diferencia ideológica.
-¿No fue una claudicación, teniendo en cuenta cómo pensabas, más allá de que después te diste cuenta de que todo era distinto?
-No. Caí en “Cabecita” descolgado de la polémica. Fue la primera vez que impuse condiciones: ganar tanto y que mi nombre fuera de determinada manera, por ejemplo. Ya había dejado de decir que mi teatro era el único válido y el comercial una porquería. Hay cosas buenas y de cuarta también en el off.
-¿Alguna vez recibiste una recriminación de aquel público que te seguía en teatro independiente?
-Es común que digamos que los que van a comer con Mirtha Legrand son unos caretones, pero cuando la señora te invita te ponés el traje y vas todo agradecido. Ahora tengo 50, estoy en la categoría juvenil del PAMI. Pero cuando éramos jóvenes no trabajábamos de actores, hacíamos teatro independiente. Para las grandes obras no nos llamaban ni los mismos directores del under.
-Llamaban a Carlín Calvo.
-Exacto. Eso no cambió, porque el que recauda es él. Por más que seas un genio. En una novela la fórmula es poner dos figuras y el resto que aguante el guión. El que vende la tira es Facundo Arana, la gente la ve por él no por mi. Aunque me feliciten por la calle.
-No me contestaste si te recriminaron.
-No, pero la viví al revés y me arrepiento. Desde el dogma critiqué mal a los actores que fueron a un reality de Canal 9. Alguno me agarró y me dijo “Negro, vos me mataste pero yo estaba laburando porque tenía que pagar la operación de mi hijo”. Y varios estaban en la misma. ¿Desde qué lugar los puedo juzgar?
“No podía hacer la diferencia entre masivo y popular. No aceptaba que algo para mucha gente no tiene por qué ser berreta (...) Para cuando entré a ‘Cabecita’ ya había dejado de decir que mi teatro era el único válido y el comercial una porquería. Hay cosas buenas y de cuarta también en el off”.
-Cambiando de tema, ¿Por qué vas a “Cuestión de peso?
-Para tratar de ordenar algo que me está superando. No es fácil. Después de que murió mi mujer caí en una gran depresión y llegué a sumar cuarenta kilos. Esta nota es un documento porque pronto verán a otro.
-¿Y la exposición?
-La tele me pone en un lugar de compromiso diferente. Ya hice todas las dietas y después volví a subir. Me mentía a mi mismo creyendo que me cuidaba y no. Me está afectando en la salud. Y en lo estético, estoy “inculiable” (sic). ¿Cómo se me arrima una mujer? Tengo que dejar de ser el viudo y cuidar mi cuerpo.
Gustavo Masutti Llach
Revista Ahora - Diario Crónica
Buenos Aires, Argentina
25 de marzo de 2007